Hace 42 años el 16 de agosto de 1977, muere Elvis Aaron Presley en Memphis, Tennessee, Estados Unidos

Escrito por el 16 agosto, 2019


Desde que se separó de Priscilla Presley, en octubre de 1973, la vida Elvis fue barranca abajo. Cuando no andaba metido en giras extravagantes e interminables, compraba coches, joyas o vivía encerrado en su mansión hipotecada de Graceland, donde leía libros sobre artes marciales y espiritualidad sentado en su inodoro tamaño trono.




Todos los días iguales, siempre sumergido en su burbuja de guardaespaldas y alcahuetes que lo asistían para cualquier cosa. La llamada Mafia de Memphis no era otra cosa que una runfla de amigotes que se peleaban por estar cerca de El Rey del Rock and Roll. De su bolsillo.


Los ’70, a nivel musical, marcaban un cambio de época y sus discos se vendían cada vez menos. Sin embargo, esa voz de tenor/barítono estaba intacta, como se puede ver en el estremecedor video de Unchained Melody, un registro que se tomó un par de meses antes de su muerte, donde Elvis canta sentado al piano, con un micrófono sostenido por un maestro de ceremonias, rodeado de vasos de Coca Cola y mirando al interlocutor con una sonrisa preciosa, como diciendo “la estoy rompiendo”.


Por esos años, Elvis parecía inoportuno. No pasado de moda sino algo lejano, aristocrático. Mas allá del bien y del mal.

En 1974, la RCA exigía por contrato un álbum y Elvis terminará grabando una serie de conversaciones encontradas sin ton ni son. Los Beatles, para ese entonces, ya llevaban cuatro años separados y el inefable Coronel Parker, su manager, lo llevaba a tocar seguido a Las Vegas, donde Elvis cantaba mientras el hombre que manejaba su carrera dilapidaba billetes en la ruleta.


Las cuentas de Elvis estaban al rojo vivo. Según las crónicas de esos días, sus apariciones públicas eran “penosas”. La referencia mala leche habitualmente estaba puesta en la imagen más que en la voz (intacta). No había nada más cruel que una reseña de sus shows. O se preguntaban dónde había quedado su cintura -ahora cósmica-, o se regodeaban en la trama barbitúrica.


Se lo veía inflamado, medicado, sus trajes calce perfecto dibujaban un salvavidas de gaseosa. Ya nadie parecía ocuparse de su obra sino que, típico del rol actitudinal de un movimiento que él mismo había financiado, sólo se buscaba reflejar la transpiración, las altas dosis de cortisona, su cara de calabaza.


Tristísimo el periodismo: toda su música pasaba por su gordura. Que no se movía, que buscaba respiro acodado en el piano de cola. Es cierto que los shows de Las Vegas eran como esos recitales falopa de James Brown, donde escuchabas más a sus coristas que al padre del soul… ¡Pero cómo elongaba Elvis! Iba de una pierna a la otra con disciplina de seminarista. Tiraba golpes de karate al aire. Las artes marciales eran una de sus últimas pasiones. Había cambiado el baile por un ejercicio físico que ocultaba la pelvis detrás una anatomía bestial.


A los 42 años, Presley tenía un paquete de enfermedades que arrancaban en el aparato digestivo y podían llegar a desembocar en unos 150 kilos. No eran extrañas sus internaciones periódicas. Se había transformado en un producto de consumo morboso. Le detectaban arritmias seguidas de problemas cardíacos e intestinales. Las noticias reportaban sus “crisis hipertensivas” y los médicos, cada vez más consultados cuando se trataba de Presley, informaban que hasta el glaucoma tenía directa relación con su mochila de problemas de salud.


Todo esto sin entrar en detalles acerca de la ingesta de pastillas para levantarse, para dormir, para comer, para dejar de comer, para despertarse, etc. Sus internaciones se cubrían maradoniana mente: ahora era un control, ahora una insuficiencia cardíaca, ahora una “sobredodosis”..


La muerte de Elvis, ocurrida el 16 de agosto de 1977, logró que los medios de comunicación -indudable primera versión de la historia- se colgaran del desasosiego de sus fans planetarios para escribir teorías absurdas. La más estúpida de todas es que Elvis todavía sigue vivo.




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